Reseña de Speculative Fabulations for Technoculture’s Generations: Taking Care of Unexpected Country

Originalmente publicado por Donna Haraway en el 2007, el ensayo titulado Fabulaciones especulativas para generaciones de la tecnocultura: Cuidando el país inesperado, es una pieza que aborda el trabajo de la artista Patricia Piccinini, que está dedicado a la construcción de un universo alternativo a partir de la creación de “seres imaginarios que son casi posibles”.

Haraway piensa el trabajo de Piccinini desde lo que la antropóloga Deborah Bird Rose llama la “consideración responsiva”, que se refiere a un tipo de atención y cuidado del otro y de lo otro que responde a la pregunta de “cómo un objeto de ciencia ficción especulativa ayuda a convertir no-lugares repudiados y erosionados en lugares florecientes y a los que se les dedica cuidado”.

Las creaciones de Piccinini para Haraway son pertenecientes a un “linaje radical experimental de ciencia ficción feminista”, desde el cual la filósofa lanza preguntas y reflexiones acerca de la ética del porvenir, el cuidado del otro y del territorio, así como de la construcción del tiempo fuera de los marcos occidentales.

Anclada siempre al trabajo filosófico de Haraway, encarnado de manera particular en varios supuestos de su Manifiesto Cyborg, el trabajo de Piccinini es un universo de creaciones donde los límites entre lo animal y lo humano se desbordan no sólo en las apariencias sino también en gestos inútilmente pensados únicamente para nuestra especie. Estas presencias cyborg encarnan la ruptura con un origen y una trascendencia reclamados por occidente para ser considerados existencias legítimas, y en cambio nos recuerdan que “un mundo cyborg podría tratar de realidades sociales y corporales vividas en las que la gente no tiene miedo de su parentesco con animales y máquinas ni de identidades permanentemente parciales ni de puntos de vista contradictorios”.

Desde estos marcos, la obra de Piccinini nos acerca a una temporalidad a contra pelo de la visión teleológica alrededor de la que gira la cosmogonía cristiana, en la cual el presente es leído como puente o pivote hacia el futuro y desde donde poco se puede hacer con el pasado; en cambio, la cosmogonía de los aborígenes en Australia, desde la que Haraway lee de la mano de Rose el trabajo de Piccinini: “la gente enfrenta el pasado por el cual cargan responsabilidad de cuidado a futuro en un presente robusto y consecuencial que es también responsable de aquellos que vienen detrás, por ejemplo, las generaciones futuras”. Así, es en este espacio-tiempo, el de las generaciones futuras, en el que Haraway ubica la responsabilidad afectiva de lo que el presente tiene que asumir con respecto a las consecuencias inesperadas del pasado, en las que Piccinini no cuestiona sino que adelanta que habrá que resolver: “There is no question as to whether there will be undesired outcomes; my interest is in whether we will be able to love them”. Así, la especulación emergente, des-naturalizada y cyborg, es uno de los núcleos del trabajo de Piccinini, desde el cual Haraway invita a ejercer un tipo de ética del encuentro desde el cuidado, con un nuevo tipo de naturaleza no binaria (cultura-naturaleza, hombre-mujer, humano-máquina).

La colocación de ambientes y familias, nunca de sujetos solos, en la obra de Piccinini es el modo de activar en la audiencia una mirada capaz de concentrarse en los elementos con los que cada criatura se conecta. La interacción cotidiana con el entorno en el que siempre aparecen estas criaturas, acentúa la alteración genética en su apariencia, la mutación inter-especie y las fusiones entre lo humano y lo no humano, al tiempo que refuerza en estas criaturas la idea de que “son más vulnerables que amenazantes”. Y precisamente los gestos de ternura, cuidado, confianza y fragilidad con los que estos entes post-especie están capturados, son los que producen una interrupción en el miedo, alimentan la curiosidad y finalmente permiten un acercamiento crítico y autocrítico a la familiaridad sembrada en el semblante de estas criaturas. “They let you know that you are looking at them… and often they look back at you”, dice en una entrevista Piccinini, para crear así un ritual de mutua observación donde las formas de vida no normalizadas no son monstrificadas.

Con esto último, se puede pensar acaso en una paráfrasis y en una inversión de un aforismo de Nietzsche que sirva para no alejarnos y para invitar a vernos en estas criaturas: “Aquel que se acerca a un monstruo deberá de detenerse a verse a sí mismo en la vulnerabilidad de ese monstruo. Detente a observar el abismo en ti, mientras miras de frente al abismo”.

Por último, y a propósito del oxímoron entre la extrañeza estética y la empatía en los gestos de cuidado y amor cotidiano que evoca la obra de Piccinini y que potencian la lectura de Haraway, bien vale la pena recordar lo que el filósofo Timothy Morton plantea como punto de acceso a la comprensión de su enfoque de no separación entre lo humano y lo no humano desde el pensamiento ecológico sin naturaleza. Para Morton dicha separación no se sostiene, una vez entendido el nivel de interconectividad radical entre seres y entorno a niveles atómicos y a niveles estelares. Para hacer frente a esta relación entre entes (vivos, planetarios, orgánicos, etc.), Morton utiliza el concepto del “extraño forastero” con el cual busca referirse a ese otro que puede ser cualquiera, humano o no humano, en el que lo extraño no radica en su lejanía con nosotros sino, por el contrario, en su complejidad perdida bajo nuestra vista por efecto del encuentro cotidiano. La fragilidad de la familiaridad y el vértigo ante la extrañeza de lo cercano se evidencian cuando estamos frente a un nuevo tipo de extraño forastero. Así, cotidianidad no significa desciframiento del otro, sino invisibilización, que no erradicación, de su extrañeza. Esta interrupción de la inercia evidencia la inestabilidad y la antinaturalidad de nuestra lectura del entorno, y las re-activa cada vez que se entra en contacto con algo diferente.

La obra de Piccinini y el acento que Haraway pone en sus posibilidades de imaginación de éticas y de heterotopías no excluyentes sino al cuidado de la diferencia, bien pueden utilizar el concepto del extraño forastero para condensar el efecto de detenimiento y cuestionamiento a la inercia, que pueden conducir a la identificación de rutas de empatía desde la fragilidad y el acompañamiento inter-trans, o quizá post-especie.

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