Reseña: “La autoetnografía: un panorama” (Ellis et al., 2010) [Fredy Guzmán]

Fuente: Ellis, Carolyn; Adams, Tony E. & Bochner, Arthur P. (2010). Autoethnography: An Overview. Forum Qualitative Sozialforschung / Forum: Qualitative Social Research, 12(1).

La autoetnografía es un método de investigación que articula supuestos de la autobiografía y la etnografía, se constituye en un acercamiento que vincula la literatura con las ciencias sociales. Ellis, Adams y Bochner (2010) describen tres rasgos fundamentales de la autoetnografía: combina investigación y escritura, reta los modos hegemónicos de producir conocimiento e investigar en las ciencias sociales, y a la vez tiene la doble condición de ser un proceso y un producto. Se configura como un método que parte de las experiencias personales para interpretar y entender las experiencias culturales, y se convierte además en un acto político, al describir e interpretar la realidad desde una apertura y relación distinta con los sujetos participantes.

En términos históricos, la autoetnografía emerge desde los ochenta como una respuesta de los investigadores sociales frente a la necesidad de expandir los horizontes de estudio en el campo, al igual que para descolonizar las prácticas de investigación —y sus éticas, ontologías y epistemologías constituidas—. Se vio en este procedimiento una posibilidad valiosa para entender de otros modos a los participantes y los contextos de investigación, partiendo desde enfoques que recuperan los registros de las narrativas sociales para entender los sentidos dados a la realidad. Qué pasaría si las ciencias sociales se expresaran también con los recursos de la literatura: esta fue la gran pregunta emergente que abrió el espectro de la disciplina a este nuevo método de investigación. La subjetividad se vuelca hacia el centro, desmarcándose de la falaz creencia de la objetividad, la neutralidad o la universalidad en las ciencias sociales. Y el relato se reivindica como productor de sentidos y experiencias.

El ejercicio del autoetnógrafo consiste esencialmente en una observación participante, mediada además por un registro permanente a través de notas de campo. Los investigadores “escriben retrospectiva y selectivamente sobre epifanías que derivan, o que fueron posibles, gracias a que son parte de una cultura o tienen una identidad cultural específica” (p. 22). Estas narraciones escritas se vuelven luego en material de análisis sistemático a través del marco metodológico y conceptual del investigador social, y todo ello confluye en un registro narrativo final, un acto “estético y evocador” movilizado por recursos narrativos y enfoques y subjetivos, así como por la posición y las motivaciones del investigador en el contexto de la disciplina.

Existen diversos caminos para hacer etnografía, no se trata de un metodología única o rígida. Ellis et al. (2010) señalan algunos procedimientos o herramientas: etnografías narrativas, entrevistas reflexivas, entrevistas diádico-reflexivas, narrativas de capas, etnografías indígenas, narrativas coconstruidas, narrativas personales, etc. En general, pese a las distintas metodologías o estrategias, se busca captar sentidos y voces de grupos y sujetos específicos y contrastarlos con las propias realidades del investigador, en un proceso que no deja de llamarse “terepéutico”: sirve para descargarse, crear conciencia, cuestionar, reducir prejuicios… Narrar a través de la escritura se convierte en fuente mostrar descripciones e interpretaciones sobre fenómenos sociales y culturales específicos, y para hacerlo desde un lugar de mutua afectación entre participantes de la investigación.

La gran crítica que ha recibido la autoetnografía radica precisamente en el énfasis en sus manifestaciones narrativas, versus los relatos científicos tradicionales de la ciencia. “La autoetnografía es rechazada por los estándares de las ciencias sociales por ser insuficientemente rigurosa, teórica y analítica; o por tener un toque muy estético, emocional y terapéutico” (p. 31). Sin embargo, argumentan Ellis et al. (2010) que ciertamente es la no escisión entre arte y ciencia lo que fortifica al método: es posible representar y describir la realidad a través de narrativas estéticas, acompañadas de reflexiones sistemáticas y analíticas y que, en últimas, deriven en productos escritos que afecten y empaticen con lectores interesados en descubrir otras realidades sociales. Cierran los autores: “En un mundo de diferencias (metodológicas), los autoetnógrafos encuentran fútil el debate sobre si la autoetnografía es un proceso de investigación válido o un producto. […] Etnógrafos ven en la investigación y en la escritura, actos socialmente justos. Más que tener una preocupación por la exactitud, el objetivo es producir textos analíticos, accesibles, que nos cambien a nosotros y al mundo en el que vivimos para mejorarlo” (p. 32)

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