La sesión estuvo orientada a problematizar en torno a las metodologías etnográficas, cubriendo el espectro de lo digital, lo mediático, lo multimodal y la autobiográfico. Tres fueron los textos base sobre los que se construyó el diálogo. En primer lugar, el artículo “Digital Ethnography and Media Practices” (2014), de E. Ardévol y E. Gómez-Cruz, donde se exploran las etnografías en el entorno internet, iniciando con trabajos sobre telenovelas, fans de series y preguntas sobre la posición del etnógrafo con el medio y con las personas. Las etnografías digitales permiten igualmente que el etnógrafo se involucre con los grupos de interés y puede conocer desde adentro las actividades y las redes sociales que allí se configuran. Una de las discusiones que suscitó este tipo de prácticas etnográficas aludió a determinar si los análisis deben hacerse considerando que una cosa es la vida cotidiana de las personas y otra, su interacción en las redes sociales. Algunos participantes de la sesión concibieron que unas y otras hacen parte de la “vida real”, lo que sucede en los entornos digitales es configurador de la cultura y de los sujetos; otros, en contraste, conceptuaron que eran mundos separados que debían analizarse de manera independiente.
Ahora bien, con la evolución de las tecnologías de información y comunicación (TIC) se unifican estos criterios en torno a la identidad digital de los participantes, como un continuo de la vida real y de la vida virtual, como lo propone la etnografía conectiva. Sin embargo, para el análisis se dividen dos categorías: EMIC y ETIC, la primera relacionada con la autocomprensión que los grupos o personas a investigar tienen de sí mismas y de su contexto y la segunda con la posición del investigador respecto a su estudio. Lo que lleva a plantearse el compromiso ético del investigador por esas autocomprensiones a partir de las cuales presentará sus resultados.
Argumentan los autores: “El etnógrafo se convierte en una figura reflexiva y heurística que tiende un puente entre la dependencia de las técnicas etnográficas (observación participante, entrevistas en profundidad), la experiencia de campo (inmersión, creación de confianza, compromiso corporal) y las herramientas analíticas (software para el análisis textual y visual, categorías analíticas)” (Ardévol y Gómez-Cruz, 2014 [resaltado fuera del texto, traducción libre]. Un énfasis que se dio en la discusión es que el etnógrafo digital construye el campo donde va a trabajar, es decir, que va integrando a la investigación otras redes sociales, otros grupos de interés u otros elementos que los informantes o coinvestigadores utilizan en desarrollo de sus intereses y búsquedas. Generalmente, los usuarios digitales tienen más de una red social para los mismos o diferentes intereses.
El segundo texto discutido fue el de “Multimodality and Ethnography: Working at the Intersection”, de B. Dicks, R. Flewitt, L. Lancaster y K. Pahl (2011), donde se muestra la relación entre multimodalidad y etnografía para el estudio significados en distintos contextos o la alfabetización infantil. Un ejemplo de ello es la sociolingüística, que amplió el campo de estudio de la lengua para incluir las clases social, la pertenencia a un grupo étnico, las situaciones socioculturales específicas, etc. En los análisis del significado se han sumado la sociolingüística y la semiótica social, prestando mayor atención al contexto como condicionante de la producción de significados. Se enfatizó en la discusión sobre el giro semiótico, que hacia los 90 nace de la etnografía de las aulas, que presta atención a las características no lingüísticas en la producción de significados, como también ha venido ocurriendo entre la semiología y la etnografía es sus apuestas por el estudio del significado y el contexto social. En este sentido, la etnografía debe incluir más aspectos en el estudio de objetos materiales, los lugares, las características espaciales, los paisajes sonoros y los fenómenos visuales. Igualmente, en el marco de análisis de este artículo, se habló de la etnografía sensorial, que toma el video no como un registro sino como un material de estudio sobre los sentires de los participantes a partir de los cuales se trabaja la etnografía.
Finalmente, el tercer artículo, “Autoethnography: An Overview”, de C. Ellis, T. Admas y A. Bochner (2010), se enfoca en mostrar cómo la autoetnografía se constituye en una articulación de las metodologías etnográficas de las ciencias sociales con los recursos literarios de la autobiografía. La subjetividad desempeña aquí un papel central, pues el investigador da cuenta en primera persona de sus experiencias y transformaciones, aunque articulándolas con las epistemologías propias de las ciencias sociales. Las autoetnografías se encuentran en límite con la ficción por los recursos narrativos de los que puede echar mano, de narrativas co-construidas y su interés por la estética y la literatura. En este sentido, gracias a las epifanías que se dan en la vida de las personas, y que se actualizan luego gracias al registro escrito, motivan a reflexionar sobre la experiencia cultural, el encuentro con el otro, la mutua transformación. Sostienen los auotres: “La autoetnografía […] amplía y abre una lente más amplia sobre el mundo, evitando definiciones rígidas de lo que constituye una investigación significativa y útil” (Ellis et al., 2010 [traducción libre]. Es la riqueza subjetiva la que tiene protagonismo en este tipo de indagaciones, que entra en conflicto con las ideas clásicas de investigación en ciencias sociales, que desde las investigaciones de corte positivista son las únicas que se tienden a considerar válidas.