Fuente: Salcedo Escobar, Yuliana Andrea. (2021). Arqueología foucaultiana y análisis crítico de discurso (Fairclough): dos lecturas compatibles para un ejercicio de análisis histórico. Cuadernos de Historia (Santiago), (55), 273-293. https://dx.doi.org/10.4067/S0719-12432021000200273
Fredy Guzmán | 03/09/2023
La arqueología de M. Foucault y la metodología de análisis crítico del discurso (ACD) de N. Fairclough encuentran puntos de articulación en el abordaje de las prácticas discursivas y los modos de subjetivación aparejados. El discurso no es una enunciación lingüística o una mera descripción de acontecimientos, sino que es una práctica compleja que combina lo textual, lo discursivo y lo social. Es esta la tesis que defiende la investigadora Yuliana Salcedo en su artículo, para lo cual se basa en una argumentación que inicia con Foucault y sus conceptos de método, arqueología, discurso, subjetivación, entre otros, hasta decantar en la propuesta de ACD de Fairclough con sus principios o pasos. Una argumentación, entonces, que va de lo abstracto a lo particular, o de la teoría a sus modos de operativización, orientada a mostrar como un método presentado de manera bastante abstracta encuentra un punto de puesta en práctica a través de un metodología específica.
El método de la arqueología de Michel Foucault plantea una forma de historizar el discurso del saber en perspectiva de sus reglas de formación y condiciones de posibilidad. El gran problema arqueológico que se revela es el de “¿por qué ha aparecido un enunciado y no otro en su lugar” (Salcedo, 2021, p. 277). En otras palabras, la pregunta gira en torno a la relación entre los enunciados afirmados en el discurso y sus condiciones de producción o existencia en tiempos y espacios concretos. Parafraseando a Foucault, la autora señala que el discurso es el “conjunto de enunciados respecto de los cuales pueden definirse sus condiciones de existencia, […] todo discurso encuentra en las formaciones discursivas su contexto de producción, en la medida en que ellas actúan como regulaciones del orden discursivo vía la organización de estrategias que facultan la puesta en circulación de determinados enunciados en detrimento de otros” (p. 285).
La constitución del método es, por consiguiente, una configuración de miradas teóricas, epistemológicas y éticas que moldean el modo en que un sujeto aborda un objeto o un problema. Esta perspectiva es consustancialmente histórica, por cuanto los enunciados dan cuenta de los modos de subjetivación de un momento histórico particular. Lejos de considerarse un esfuerzo descriptivo de causas “universales” o esencialistas, la tarea con el método es “describir las grietas, cortes y rupturas del monumento que constituyen los hechos de discurso” (p. 281).
Lo que podría denominarse método arqueológico-genealógico foucaultiano se moviliza desde tres principios: un escepticismo sistemático de los universales antropológicos (no existen “esencias” de los objetos y lo sujetos, sino significados constituidos históricamente), un enfoque en las prácticas concretas que constituyen a los sujetos y una comprensión de las prácticas discursivas como formas de pensar y actuar atravesadas por relaciones de poder (Salcedo Herrera, 2021, p. 283). Asimismo, está soportado en dos categorías: la eventualización y la problematización. La primera se concibe como una sospecha permanente frente a los acontecimientos y sus modos de enunciación como verdad objetiva. La segunda consiste en hacer preguntas alrededor del cómo y el por qué emerge un problema importante de estudiar.
Por sus presupuestos epistemológicos y teóricos de base, el análisis arqueológico de la historia y sus discursos deviene esencialmente crítico: problematiza cómo los enunciados que se dicen son signos también de modos de subjetivación en los que se ponen en juego relaciones de poder —muchas veces en clave de dominación—. En esta línea empieza a trazarse uno de los puntos de articulación más fuerte entre la propuesta de la arqueología de M. Foucault y la metodología de análisis crítico de discurso de N. Fairclough. En su artículo, Salcedo (2021) defiende precisamente la tesis según la cual el método en Foucault no es algo que se considere válido para todos los casos; se trata más bien de un conjunto de premisas y consideraciones filosóficas raíz a partir de las cuales es posible abordar críticamente las prácticas sociales. Por tal razón, el método de la arqueología se puede operativizar a partir de diversos procedimientos y metodologías, y tal este el caso del análisis crítico del discurso (ACD) formulado por Fairclough. Aunque la categoría de “crítico(a)” es ciertamente polisémica, hay una tendencia a encuadrar allí el “estudio de aquellas acciones sociales que se ponen en práctica a través del discurso, tales como el abuso de poder, la dominación y la exclusión social, así como los procesos de resistencia frente a ellos” (p. 286).
Desde el ACD, el discurso se constituye como un triángulo conformado por prácticas textuales, discursivas y sociales. El discurso es textual por cuanto está dominando por unas reglas lingüísticas de producción; es discursivo dado que está producido en un marco espacial y temporal concreto; y es social por cuanto es producido en un entorno de sujetos e instituciones que determinan sus modos de enunciación. Es propósito de Fairclough entender estas prácticas del discurso, y por ello puede concebir al ACD como “una parte de la tradición crítica del análisis social, orientada al logro de una comprensión más profunda tanto de la naturaleza y las fuentes de los males sociales, como de los obstáculos para abordarlos y las posibles formas de superarlos” (p. 286).
La metodología del ACD no es entonces un simple ejercicio teórico o descriptivo de un problema social, sino que tiene implicaciones ético-políticas, ya que precisamente busca develar muchas prácticas de enunciación discursiva atravesadas por mecanismos de opresión o dominación (el discurso es ideológico). Revelar los modos en que la realidad social ha sido construida permite buscar cambios y transformaciones en las prácticas de los sujetos y las instituciones. En este sentido, Fairclough propone cinco pasos para desarrollo un ADC: “1. la selección de un problema social que cuente con un aspecto semiótico, 2. la identificación de los obstáculos que se presentan para su abordaje, 3. el establecimiento de si el orden social necesita en cierto sentido el problema o no, 4. la identificación de posibles formas de superar los obstáculos y 5. la reflexión crítica sobre el análisis” (p. 287).
Este conjunto de pasos muestra que hay un compromiso ético en el análisis del crítico del discurso: emerge allí un interés por incidir en el futuro a partir de de un estudio sistemático del pasado y una pregunta permanente por los modos de constitución del presente (el presente y el futuro no pueden estar predeterminados por sus prácticas sociales y discursivas, es necesario interrogar la realidad para potenciar otros horizontes o devenires). Concluye el artículo con una defensa de los puntos en común de las apuesta de Foucault y Fairclough:
Esta capacidad de agencia que tiene el sujeto para oficiar su propia transformación, en el marco de un proceso en el que permanece abierta para él la posibilidad de construirse y reconstruirse, puede también ser considerada como un factor común entre las elaboraciones de Foucault y Fairclough, toda vez que el carácter crítico del análisis del discurso que el segundo autor defiende, a lo que apunta es a la emancipación de los sujetos respecto de las relaciones de dominación en las que puedan encontrarse inmersos, lo que, a su vez, remite a las reflexiones de Foucault sobre la libertad como problema ético y el poder como tecnología de carácter productivo. (p. 289)